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Carlos Gaviria, in memórian. ¡Construyamos democracia, no más desigualdad!

Por Aurelio Suárez Montoya  

Mi cercanía con Carlos Gaviria data de mediados de 2005. Ya con miras a su precandidatura presidencial, por recomendación de Jorge Enrique Robledo, nos encontramos para discutir sobre el “libre comercio”.

Por entonces yo había publicado el libro Crítica al ALCA y, a raíz de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, era menester elucidar los puntos centrales en controversia.

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Por Aurelio Suárez Montoya  

Mi cercanía con Carlos Gaviria data de mediados de 2005. Ya con miras a su precandidatura presidencial, por recomendación de Jorge Enrique Robledo, nos encontramos para discutir sobre el “libre comercio”.

Por entonces yo había publicado el libro Crítica al ALCA y, a raíz de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, era menester elucidar los puntos centrales en controversia.

Rápidamente sacó una conclusión: no oponerse al intercambio con los demás países y proponer el comercio multilateral que salvaguardaba a Colombia de un convenio, como ese TLC, lleno de asimetrías; acorde con él, la soberanía de las naciones era como la dignidad para las personas.

Una vez consolidada su precandidatura para la consulta interna del Polo, definió que lo acompañara en temas económicos y en otros aspectos programáticos. A finales de ese año estaba pendiente definir una consigna que le sirviera de enseña. Acordamos que luego del período de vacaciones, y fijados los elementos centrales que debería tener la campaña, él la traería. El 7 de enero de 2006 me la dijo: “¡Construyamos democracia, no más desigualdad!”.

Y no sólo eso. También elaboró una disertación que la enriquecía, argumentando que la falta de democracia política era el reflejo de la falta de democracia económica. Ese discurso sí le ponía un claro enfoque de izquierda, lo desmarcaba de los poderes establecidos y le trazaba un rumbo cierto a la línea política del Polo. Carlos Gaviria, pese a su extraordinaria memoria y a su cultura enciclopédica, no expresaba cifras con facilidad, un terreno que le era ajeno, excepto cuando se trataba de las de inequidad, que él más bien denominaba iniquidad, para mostrar la forma aberrante que toma entre los colombianos.

Su oratoria depurada y contundente, valida del mejor uso del idioma, empezó a oírse por todo el territorio nacional y se regó como pólvora. Ganó la consulta del Polo y llegó a una cifra sin precedentes como candidato de la izquierda democrática, el único adjetivo que le admitía, ya que descreía —para usar un término muy suyo— de composiciones como “centro izquierda” y similares.

Como cualquier alumno aplicado, estudiaba economía, leía textos y los discutíamos mientras los diálogos iban quedando plasmados en tarjetas que archivaba con estricto orden. Nunca, como todo sabio, se cansó de aprender. Al final, ese interés se concretó, dentro de su idea de recobrar para el Estado la dirección de la economía, en un libro, Bases de una política económica para la productividad, el empleo y la distribución del ingreso, que algunos profesionales y economistas escribimos para él, lo que sería el programa para su candidatura presidencial en 2010, fallida no propiamente por hechos fortuitos.

Esta actividad en la vida política iba inspirada por otra consigna que sembró en todas las mentes de los polistas: “Sin sectarismos, pero sin ambigüedades”. Con ello significaba que a la labor de unificación de los colombianos no se le debían levantar escollos artificiosos, pero que tal unidad debería delimitar campos con los contradictores, sin politiquería, con honestidad y ética pública intachable. Recientemente, en 2014, se atrevió, ante las estratagemas santistas para cooptar al Polo, a sugerir, “Sin ambigüedades, pero sin sectarismos”, último mensaje, como su jefe natural, a todos los miembros del Polo.

Me resta agradecer a la vida, en mi nombre y en el de mis hijos, la oportunidad de haber tenido próximo a Carlos Gaviria, maestro en constante ejercicio, fundamentado en la ética y en la estética, tal como decía con frecuencia. Su vida no será en vano y la tarea que nos dejó la seguiremos haciendo, que nadie lo dude.

Un saludo de condolencia desde estas líneas para María Cristina (Corita), Ana Cristina, Natalia, Jimena, Juan Carlos, demás familiares y nietos que adoraba.

El Espectador, Bogotá.

 

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