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Nacional

Desafíos democráticos

Por Rodolfo Arango  

Los partidos políticos han recurrido a candidatos de dudosa conducta. Les interesa ganar las elecciones a como dé lugar. La feria de los avales de todos los pelambres prueba su decadencia. Ninguno escapa al zafarrancho. Las traiciones y los pactos de dudosa procedencia están a la orden del día. Incluso algunos explotan las dificultades en el proceso de paz para sacar réditos en las urnas. Si coronamos en La Habana, pero aún si no, deberemos modificar sustancialmente el sistema democrático para superar la violencia política. Es inaceptable que poblaciones sigan cautivas o lleguen a quedarlo en manos de poderes políticos supralegales.

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Por Rodolfo Arango  

Los partidos políticos han recurrido a candidatos de dudosa conducta. Les interesa ganar las elecciones a como dé lugar. La feria de los avales de todos los pelambres prueba su decadencia. Ninguno escapa al zafarrancho. Las traiciones y los pactos de dudosa procedencia están a la orden del día. Incluso algunos explotan las dificultades en el proceso de paz para sacar réditos en las urnas. Si coronamos en La Habana, pero aún si no, deberemos modificar sustancialmente el sistema democrático para superar la violencia política. Es inaceptable que poblaciones sigan cautivas o lleguen a quedarlo en manos de poderes políticos supralegales.

Pese al turbio panorama, traslucen signos esperanzadores. La derecha dura ha salido del closet con un discurso ideológico discernible. Personajes como Uribe y Ordoñez representan sectores que no quieren perder sus privilegios y estructuras de poder terminado el conflicto armado. La defensa pública de tales posturas conviene a una democracia pluralista. Las personas saben a qué atenerse. Analistas de La Silla Vacía han revelado, además, la existencia de alianzas entre el Centro Democrático y sectores del Partido Conservador en varias regiones del país. Se cumple así la previsión que ve a Uribe como jefe natural del conservatismo, mientras que el procurador sigue haciendo política desvergonzadamente con su cargo.

Otra positiva noticia involucra al Polo Democrático Alternativo y al Liberalismo social. Estas agrupaciones han firmado un acuerdo programático para gobernar Bogotá. Se trata de un avance que contrasta con descalabros del pasado que, justamente, han resultado costosos para los involucrados y sobre todo para los habitantes de la ciudad. Mediante estos acuerdos es posible ir superando el clientelismo y la corrupción que tanto daño hacen al bienestar general y a la credibilidad del sistema democrático. Con el acuerdo se hacen públicos y escrutables por la ciudadanía planes, programas y políticas, así como las prioridades a las que se comprometen las fuerzas aliadas en una elección para garantizar gobernabilidad y transparencia.

Los tiempos de hegemonía unipartidista han quedado atrás. También el frente nacional, con su bipartidismo excluyente y el abuso del estado de sitio, es ya historia. Aunque la influencia de dineros ilegales y del uso de las armas siguen siendo factores a superar, son perceptibles algunas mejoras. La política de coaliciones ha llegado para quedarse. Es altamente improbable que sólo un partido obtenga la mayoría absoluta en el Congreso. De ahí la importancia de institucionalizar los acuerdos o contratos de coalición para enseriar el cumplimiento de las promesas electorales y hacer exigibles las responsabilidades ante la opinión pública.

Los partidos deben aprender a hacer política sin repartir puestos, contratos, ventajas o beneficios a cambio de votos. No es fácil apartarse de esta tradición; tampoco es imposible. Nada bueno ha sido el retroceso en el control del gasto público por las contralorías en la pasada reforma de equilibrio de poderes. Las contralorías regionales deben despolitizarse. Por otra parte, el país pide a gritos un tribunal electoral independiente que reemplace al parcializado Consejo Nacional Electoral. También es urgente un verdadero Estatuto de Garantías a la Oposición que haga realista la posibilidad de la alternancia en el poder y evite que feudos subsistan y se acrecienten con la entrada de nuevas fuerzas a la lucha reglada por acceder al poder.

El Espectador, Bogotá.

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